domingo, 20 de mayo de 2012

¿Por qué sufrimos en este mundo?


“Un hombre fue a una barbería a cortarse el cabello y la barba. Como es costumbre en estos casos entabló una amena conversación con la persona que le atendía. Hablaron de tantas cosas y tocaron muchos temas, de pronto entraron al tema de Dios y el barbero dijo: -Fíjese caballero que yo no creo que Dios exista, como usted dice.


Pero, ¿por qué dice usted eso? -preguntó el cliente.


Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe, o dígame, ¿acaso si Dios existiera, habría tantos enfermos, habría niños abandonados? Si Dios existiera no habría sufrimiento ni tanto dolor para la humanidad, yo no puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas.


El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión. El barbero terminó su trabajo y el cliente salió del negocio. Recién abandonaba la barbería cuando vio en la calle a un hombre con la barba y el cabello largo, al parecer hacía mucho tiempo que no se le cortaba y se veía muy desarreglado.


Entonces entró de nuevo a la barbería y le dijo al barbero. -¿Sabe una cosa?, los barberos no existen.


¿Cómo que no existen? -preguntó el barbero- si aquí estoy yo y soy barbero. -¡No! -dijo el cliente- no existen porque si existieran no habría personas con el pelo y la barba tan larga como la de ese hombre que va por la calle.


-¡Ah!, los barberos sí existen, lo que pasa es que esas personas no vienen hacia mí.


-¡Exacto! -dijo el cliente- ese es el punto, Dios SÍ existe; lo que pasa es que las personas no van hacia ÉL y no lo buscan, por eso hay tanto dolor y miseria”.


Ahora demos lectura a Isaías 59: 1-3: “No es que el brazo de Dios no alcance a salvar, ni que su oreja esté demasiado sorda para oír. Sino que las maldades de ustedes han cavado un abismo entre ustedes y Dios. Sus pecados han hecho que Él vuelva su cara para no atenderlos. Pues las manos de ustedes están manchadas de sangre, y sus dedos, de crímenes. Sus labios pronuncian la mentira y su lengua murmura la falsedad”.


Por eso, sufrimos tanto en este mundo, por nuestras propias acciones ajenas a Dios. Por eso, sentimos tanto dolor en nuestras vidas.


Si el hombre se separa del bien, éste entra en el mal. Si se aparta de la sanidad, queda preso de la enfermedad. Si se aleja de la fuente de vida, el hombre muere espiritualmente.


Si tenemos a Dios lo tenemos todo. Si no tenemos a Dios, podemos tener todo y no tenemos nada.


El hombre sufre porque ha perdido el bien supremo: a DIOS. “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6: 23).

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